lunes, 30 de noviembre de 2009

Sobre el exquisito placer de las primeras veces

Distraida como soy, despistada y desordenada, mis pensamientos suelen fluir como la marea, en oleadas de ideas y si no les paro bolas en el momento, se deshacen como la ola rompiente que se convierte en espuma. Asi suelen empezar las entradas de este blog. Y esta no es la excepción.

Pocas cosas en la vida hacen que el fluir de mis ideas se concentre tanto en un solo punto como el recordar el sabor de las primeras veces.

El primer primero de Diciembre que recuerdo despertando con música de La Billos Caracas Boys a las 5 de la mañana, las burbujas en la lengua anestesiada por el ya cicatrizado piercing cuando probé mi primera Dr Pepper, el primer rayo de sol en esos brazos que hace algunas horas te estrechaban entrañables y apasionados, el primer buenos días cuando el celular timbra a las 5 de la mañana para decirte que el dia empezó y estaba pensando en ti, el primer y a veces único y ultimo adiós.

Suelo pensar mucho que desperdicio esas primeras veces, las desaprovecho pensando mucho, analizando mucho. Pienso que quiero seguir sintiendo eso, seguir asombrándome y no desensibilizarme por más que se repita, por más que siga pasando. Y por eso las recuerdo tanto, persigo el Dragón tratando de sentirme tan sobrecogida y estremecerme igual como cuando mis ojos vieron por primera vez ese amanecer Oklahomense que me robó el aliento.

Me hice una promesa hace ya un par de años. Prometí escoger una vida en la cual me aleje de cualquier cosa que me ensordezca los sentidos, prometí cuidar de mi capacidad de asombro y disfrutarme cada minuto, porque ese minuto ya no vuelve. Prometí vivir mas despacio para no perdérmelos.

Estoy reconectándome con esa idea… ...Otra vez caí en el acelere de la cotidianidad y me estaba anestesiando, volver a ver muchas cosas por primera vez, consciente, me permitió sentir ese Dragón rugiendo dentro de mi y volví a sentirme viva, volví a recordar por qué hago lo que hago y por qué me vine al fin del mundo que conocía, sólo para seguir asombrándome paso a paso con lo que pasa en mi cotidianidad, y sobre todo que además me subí en un avión sólo para vivirlo.

Volver a Bogotá luego de 6 meses, espero me reconecte con esas primeras veces de transnochadas con mi hermana tomando vodka y chismeando como si no hablaramos en años, el abrazo de mis amigos, el calor de mi cama, y de café y vientos helados en mi balcón donde se gesto la idea que lo mejor era aceptar la oferta y venirme a vivir a Oklahoma city.