El primer trago, el primer guayabo, la primera mentira para faltar a clase, la primera vez que se hace el amor, el primer cuerpo desnudo, ver el primer cadaver en anatomía o el primer corazón latiendo mientras se repara al mismo tiempo. Que ilusión! Vainas que lo hacen sentir a uno grande, todopoderoso, que ya se las sabe todas, que ya vió todo lo que habia que ver y está listo para lo que venga.
Hasta que se conoce la injustica, el horror, el primer amigo que muere en una accidente de helicoptero, el velorio al que no se va, los retazos de memoria a los que uno se aferra para no olvidar su rostro, sus manos, la forma en que hablaba, y luego otro, lanzado desde un taxi, extrañas circunstancias, cuando por fin la vida le sonreía.
La inocencia se pierde, y se queda uno con un montón de cosas que no tienen sentido y lo que me mantiene sana es sentir, que aún me queda algo, algo a que aferrarme, la incertidumbre sobre la nueva vida que se avecina, los cambios, la emoción, los planes, las oportunidades y el amor, por lo que se hace, por los que quedan, por lo que todavía vale la pena, y por ese pedacito de ilusión que dice que no toda la cortina se ha levantado, que hay algo que todavia queda; ese hilo de ilusión que de aún así hay cosas por las que seguir levantándose a las 7 a leer, tomarse el tinto y ser atropellada en la cocina por la boxer con alma de perro faldero, y el perro faldero con alma de doberman.
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