jueves, 11 de agosto de 2011
Mamá tigre
Me habla firme me dice que no tenga miedo y que ensaye. El miedo a fracasar frena y que si se fracasa se intenta algo nuevo y ya. Lo dice con firme dulzura. Me dice que todo va a estar bien.
Me hace extrañar a mi mamá.
Hace dos días compré pollo asado y preparé arroz y verduras y lo empaqué para el almuerzo.
Hoy que mi mamá tigre adoptiva me vio comiendo algo que "cociné" me aplaudió.
-Oh! so you cooked, that's good, very good.
- I know, I hope I can keep cooking, sometimes it feels like it's time consuming.
- Nonsense! It's you, your health and your costumes, It's good that you cook, very good
Me dieron ganas de llorar.
sábado, 6 de agosto de 2011
Sí, no vuelvo.
Y siendo el mundo un pañuelo ya le preguntaron de mi y el ya sabe que tan lejos estoy y sigo estando.
Siento nostalgia de saberlo hecho flecos, andando por el mundo medio muerto y añorando lo que no ha decidido terminar, así justo como nos reencontramos y así como estaba cuando lo dejé.
Hoy, escuché dos -todos?- los covers de Si tu no vuelves, y es bueno sentir que que él no volverá ni yo tampoco.
Hoy lo recordé sin tristeza pero con nostalgia, de saberlo perdido, perdido en todo lo que el ha permitido que le joda la vida. Nunca fuimos amigos y nunca vimos la necesidad de empezar después de todo vuelto mierda.
No vuelvo, su voluntad ya era pequeña y el ya espiaba horizontes y ya lo que quedaban eran desiertos, no hay látido y si hay fin.
A fearsome thing to behold
Finalmente después de dos años de vivir sumergida entre otro tipo de gringos, me topé con uno de esos personajes de mi niñez.
Ella es todo eso y más: maneja un prius, compra verduras y frutas orgánicas gracias a la suscripción que tiene en la granja local de su agrado, quienes le avisan cuando puede venir a recoger lo que con esfuerzo la tierra dió sin pesticidas o fertilizantes, se toma una copa de vino tinto Californiano 3 veces a la semana -por aquello de los antioxidantes- y practica yoga todos los días, todos, incluído el domingo. Comparte el cuidado de su perro rescatado de perrera con su novio de larga data, quien por supuesto es como ella.
Es como predijo Jane Austen "She is a fearsome thing to behold". Es todo y más, bueno con la excepción de que no es vegetariana. Nimiedades!
La tierra prometida de las peliculas y los libros, está de aquí para la derecha del mapa. O eso espero y ansío. Es la cuarta mudanza en 3 años y francamente no tan agotador para el espíritu como podría pensarse aunque si pasa cuenta de cobro y no es barato. Adaptarse es duro pero arrancar de cero tiene muchas ventajas y es lo que siempre me ha motivado cuando tengo que empacar, puede uno empezar de nuevo con más experiencia, sin cometer los mismos errores, gente nueva, Angela nueva.
En esta nueva parcela a la que emigré las cosas son distintas, ese “calor humano” del suroeste está diluido, la gente no me saluda a todo momento, no me se los nombres de las cajeras de la cafetería ni ellas se saben como me gusta mi tinto, no notan que me corté el pelo porque no me conocieron con mi larga y espesa cabellera que pesaba mucho y que en resumidas cuentas se traduce en que yo, no les importo y a mi eso me agrada extrañamente. Tienen muchos mas clientes regulares y al parecer de ninguno de ellos se saben el nombre. Casi todos en la cafetería son afroamericanos, que son otro tipo de gringo, uno que no me imaginé cuando era niña. Estos son un poco mas reservados y menos cálidos anfitriones que los de Oklahoma. Aunque admito que como recién llegada Oklahoma era lo que necesitaba y de hecho funcionó muy bien, las maneras de Saint Louis tienen su atractivo. Aqui cada uno esta en su cuento, es menos vida de pueblo chismoso y más de ciudad. Y aún me sorprendo pensando cómo fué que terminé aquí, modestamente feliz. Sí, ese es el balance luego de 1 mes y 4 días. Modestamente feliz.
Yo por supuesto ya me converti al ovo lacto chorizo vegetarianismo cafeinómano orgánico gringo en bicicleta que cuando tenía 11 me prometí vivir. Bueno con el perdón de dos días a la semana, uno de ellos el domingo, en el que como carne, porque todavia me antojo.
Después de todo no soy gringa y los gringos no son como yo me los imaginé cuando era niña.
martes, 26 de julio de 2011
La (nueva) vida nueva
Otra vez empacar la vida en cajas, dos años acumulando recuerdos, vivencias con bloqueador para que las aventuras no dejen huella en la piel, aunque si la dejen indeleble en el corazón.
La partida y los adioses en los que siempre fuí mala y cada vez soy mejor. Especialmente por que ahora se lo significa volver.
Sé que puedo volver y soy bienvenida, y que todas nos llevamos en el corazón.
Pero necesitaba esto, y eso. Las necesité a ellas para sobrevivir y ahora que ya lo sé, necesito esto, estar sola sin importarle a nadie, solo a mi misma, y pensar que sigue, que quiero hacer y que voy a hacer, y sobre todo, espacio para estar conmigo sin el miedo de hace dos años, sin la nostalgia y la meláncolía que me hicieron abrir este blog.
Voy a seguir escribiendo acá, especialmente porque odio los trasteos y el despelote que eso implica, pero además porque no quiero perder el pedacito de historia que dejé en oklahoma. Es bueno recordar donde se estuvo para saber así que se pensó y pa donde es que uno quiere ir.
Para alguien que sigue pensando en que hacer y como hacerlo, eso es muy importante.
Hola, lost in translation St. Louis.
Coles de Bruselas
Ya sabía yo que me iban a gustar, es decir, uno las ve y son como repollos lechugientos en version bite size y la verdad no entiendo como tienen tan mala reputación. A mi me gusta el repollo y la lechuga, entonces empezamos bien. Ahora si el asunto es como con la suceptibilidad al sabor del brócoli a la cual yo soy autósomica dominante y por tanto no la siento pues nada no iba a sentir el horroroso sabor del que muchos se quejan. Yo creo que la mayoría de los casos el asunto de que algo no sea apetitoso es mitad presentación y mitad lo que dice mi mamá «Es que está mal preparado y asi todo sabe feo».
Asi fué como me las prepararon:
Frescas o congelas se escogen las de tamaño pequeño o mediano. Las mas grandes no son tan ricas. -no se porque- se añade ajo, sal, pimienta y aceite de oliva a fuego medio y luego se sube un poco el fuego para saltear, par de gotas de limón al servirlas y listo.
A mi me gustaron. -todo lo que he probado con ajo me gusta-
lunes, 6 de junio de 2011
George y el "Rat Pack"
jueves, 26 de mayo de 2011
Lost in translation versión @retrechera
Me invitaron a escribir sobre mi experiencia en el extranjero y acepté complacida pero luego me descubrí procrastinando esa tarea. Me excusé a mí misma diciéndome que estaba muy ocupada porque estoy organizando mi matrimonio, criando a mi hijo de 14 años, atendiendo a mi novio y ayudándolo en lo que se me “permite” en el cuidado de su hija de 18 meses los pocos días que está en casa. En realidad, a pesar de lo ocupada que estoy, mi demora se debe más al miedo de enfrentarme a los sentimientos encontrados y la ambivalencia que me han generado esta experiencia.
Llegué a Francia en Agosto de 2009 para hacer el segundo año de una maestría en mercadeo. Confieso que la motivación real era querer vivir en Europa y alejarme un poco del mundo que conocía y de mis padres (a quienes amo inmensamente) que me seguían viendo como la hija adolescente que tuvo un bebé a los 17 años, a pesar de tener 30 y haberme ido de la casa desde el 2002.
Los primeros meses, mi hijo y yo estábamos felices, soñábamos con alargar nuestra estadía en Montpellier, todo nos parecía bonito y nuevo a pesar de haber estado varias veces en este país como turistas. Con el tiempo, nos acostumbramos a lo novedoso y llegó el vacío. Mi hijo no se sentía a gusto en un colegio público lleno de niños problema y yo desdeñaba del bajo nivel de la educación francesa. Mis compañeros de universidad rondaban en su mayoría los 22 años, era claro que no teníamos casi nada en común y que una colombiana que hablaba francés e inglés, que tenía ya una carrera y una especialización encima, les parecía una “sapa” porque mostraba interés en lo que estaba estudiando. Ante ellos sólo era una pedante, una sabelotodo, una vieja cansona. Yo, que siempre había sido el alma de la fiesta, la vieja alegre, simpática, llena de dichos y chistes, me había convertido en una mujer que ni yo misma reconocía y en un abrir y cerrar de ojos, había perdido mi esencia.
Colombia nos hacía cada vez más falta, en Francia no éramos más que unos inmigrantes más que vienen a aprovecharse del sistema, la gente es fría, la comida es cara y sin sabor, las fiestas aburridas, los domingos desoladores, sólo veíamos las cosas negativas. Para completar, en Junio de 2010, un grupo de magrebíes (5 tipos y 1 vieja) me cogieron a golpes, puños y patadas (delante de por lo menos 50 personas sin que nadie hiciera nada) porque no les quise dar un cigarrillo.
Me decía que había cometido un error, gastando todos mis ahorros de años de trabajo para venir a ser tratada como un culo a este país, cuando en Colombia lo tenía todo, pensaba en lo que hubiera pasado si hubiera usado esa plata para montar mi propia empresa o hacer alguna inversión. Me sentía culpable por mí y por mi hijo. Me deprimí al punto de no salir de mi casa, no comer, llorar todos los días durante horas. Mi hijo comenzaba a acoplarse al país pero verme así lo hacía sufrir inmensamente por mí y yo, me sentía aún más culpable, era un círculo vicioso del que sentía que no podía salir.
Pero no era capaz de tomar la decisión de irme, luego de terminar la maestría busqué quedarme un año más y me inscribí en otra formación, pensaba en que no debía desaprovechar la oportunidad de vivir en Europa y que tenía que adaptarme a los cambios y dejar de ser tan chillona, la ambivalencia me mataba.
Decidí que haría un último esfuerzo y que si definitivamente, nada mejoraba, me iría. Terminé con mi novio colombiano porque en parte eso no me dejaba estar acá del todo, era como si no me hubiera bajado del avión completamente. Descubrí que a los franceses les encantan las latinas y tuve muchos romances que, por lo menos, me sirvieron para subir la autoestima, divertirme y reactivar mi vida sexual (que siempre ha sido vital para mí y que había anulado completamente). Sonará idiota pero otra de las cosas que más me ayudó fue empezar a usar mi cuenta de twitter, a través de ella hacía catarsis, podía ser la mujer alegre y un tanto mal hablada que era, podía conectarme con mi país, podía saber qué estaba pasando allá, me entendían los chistes, el sarcasmo, el doble sentido, era magnífico. Luego llegó mi blog, #PornAlert, que al principio estaba dedicado a recoger los links a fotos sexuales que ponía en mi twitter, luego fue el nexo con un amante que vivía en otra ciudad y finalmente, se volvió un lugar para mí, para mis ideas, mis deseos, mis fantasías, siempre teniendo como hilo conductor, el sexo.
Gracias a ese blog y a twitter, conocí a un catalán que vive en Montpellier desde hace años y que me hizo ver la ciudad y el país con otros ojos, que entendía un poco mi proceso y que estaba ahí para apoyarme. Nos enamoramos perdidamente y nos vamos a casar, lo cual significa que me quedaré viviendo en este país, una decisión que a veces me asusta pero que al mismo tiempo me llena de ganas de luchar y no tirar la toalla.
De los momentos difíciles me quedan muchas lecciones valiosas, mucho crecimiento personal y un menisco fisurado que espero curar del todo con una cirugía de rodilla. Me estoy dando la oportunidad de perdonar a este país, de ver sus lados positivos, sus oportunidades, de hacer nuevos amigos, encontrarme un lugar y dejar de pensar que cometí un error al dejar la comodidad y la estabilidad que tenía en Colombia. Por lo menos está claro, que este país me permitió conocer al hombre de mi vida y eso vale todo el esfuerzo del mundo. Ahora mi sueño, es mostrarle a mi futuro esposo lo hermoso que es mi país, para que entienda el por qué de mi vacío inicial y que podamos viajar constantemente al lugar que me vio nacer y que amo profundamente. Mientras tanto, estoy construyendo una vida y una familia en este país.
lunes, 2 de mayo de 2011
Lost in translation versión @Jormanks
En mi vida pasan muchas cosas al revés. Mi madre con casi sesenta años preocupada por mi tensión; mi sobrino de seis años regalándome cosas porque sí. Todos escapando de su edad jugando un rol distinto, uno que no se ve bien con sus canas, con su inocencia. Yo en la mitad siendo testigo de todo y tratando de analizar las cosas sin lograr calmarme. Acudiendo a la razón para explicar eventos en mi vida y en mi comportamiento (y en mi alma y en mi cuerpo, o en uno de los dos, si se cree que el otro no existe). El otro día al llegar a casa luego de desgastarme en bancos, de soltar mi sueldo en lujos que todavía ando pagando sin haber disfrutado plenamente, me recibe el niño con una alcancía. Es una casita roja de esas de Davivienda. Es imposible que él, siendo tan pequeño, haya podido hacerme ese regalo sobre todo porque no sabe bien como funciona el dinero y mucho menos creo que sepa qué es ahorrar, o abrir una cuenta. Pero bueno, llegó con la alcancía y me puso contento. Le prometí llenarla con monedas de quinientos para luego comprarle un helado, un juguete, esas cosas que le sacan sonrisas y me hacen sonreír a mi también.
*
La vida transcurre en términos de tiempo que no tienen nada que ver con los días. Sucesiones de horas que a la larga no significan nada: todos los martes son martes, todos los jueves son jueves, salvo casos extraordinarios ese orden abrumador de las cosas siguen repitiéndose y nosotros lo aceptamos. Fijamos plazos, unos por conveniencia como los pagos (se respira una vez al mes, o dos, dependiendo del contrato) o por su urgencia: vencimientos, fechas límites para presentar un trabajo, un proyecto, una meta, términos que dan un sentido de urgencia y saca a todo lo demás de lo ordinario. Ya no importa que día de la semana es, vivimos con números y hacemos cuentas para cumplir con esas citas inevitables. Falta una semana, faltan dos semanas, faltan quince días. Los sábados, increíblemente, siguen haciéndose notar aún todavía en estos tiempos.
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Recorro la ciudad de noche, cosa poco habitual en mi. Veo fantasmas, todos del pasado. Todos en un juego que pretende conservar sentimientos que ya han muerto en otras manos. Soy melancólico, lo sé. Lugares, sabores, olores, hasta horas del día evocan cosas que siguen empujando o, en el caso extremo que uno pueda llegar a sentir en cualquier momento, dan fuerza para que siga latiendo el corazón. Uno es su pasado. Es deber crearse uno bueno, uno bonito, y recordarlo de esa manera. Yo, la verdad, no lo logro todavía. A veces, por la noche, soy solamente un fantasma y nadie se da cuenta. Llegando a algunos sitios no puedo escapar de mi mismo y es caer en el error de querer de nuevo lo que ya no se tiene. La línea entre recordar a alguien a vivir de nuevo esa vida con ella se confunde y ahoga en el pecho. Quema.
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Este es el séptimo lugar en el que he trabajado. Es un segundo piso. Desde las escaleras por el pasillo hasta mi oficina doy siempre cuarenta pasos, lo que quiere decir que es un viaje de un minuto cuando llego tarde por la mañana o algo más, mucho más si vengo preocupado por algo. Lo curioso es que ando con más prisa si vengo pensando en cualquier cosa. Se vuelven veinte segundos, sin siquiera proponérmelo, como si la actividad de las piernas estimulara el cerebro, o al contrario.
Todos mis compañeros usan a diario audífonos intensamente una hora: se tapan los oídos, no escuchan nada, se concentran en la música o en no prestarle la atención a nadie. Yo los uso todo el día porque pienso que me llevan a otro lugar, o que la canción que suena en ese momento hace que todo parezca más interesante. O más lejano, tal vez. Me pierdo siempre y la gente confunde mi habilidad para ausentarme con sordera. No, no es que no escuche, es que no estoy aquí, ¿no lo ve?
*
Mi madre deja de hacerme reproches porque es mamá, porque sabe que algo anda mal. Me mira de una manera muy extraña, trata de decirme cosas sin palabras: las mejores directas se las escuché a ella mientras hablaba de algo totalmente distinto. Se sienta en mi cama. Me lleva una manilla que trajo de Cartagena, le digo que luego la miro. Me muestra una cadena. Le doy las gracias y que luego escojo. En su otra mano un frasco de crema, me dice que le ayude porque se quemó muy feo la espalda. No le dice eso a nadie más, solamente a mi. Mientras le hago un masaje me va contando cosas, los pormenores del barrio, la nueva mascota de la vecina, que robaron a no se quién y yo por ahí en la calle debería cuidarme, que ayayay le duele la espalda, luego de un rato tapa el frasco y me dice que me acueste, que tengo que dormir bien. Se levanta y sale de la habitación sin cerrar la puerta. No hay problema, mamá, lo hago yo. Luego me quito el pantalón, saco todo lo de los bolsillos: llaves, billetes, billetera y un carnet. También monedas. Ni una sola es de quinientos. Tal vez mañana tenga suerte.